Aún cuando las soflamas nos lleven a lanzar la voz en grito al compás de ritmos navideños dignos del mayor porompompero propio de estas fechas, la razón y propia dignidad, no tan alta cual la de rey ni tan baja a la pareja a rey sin trono ni corona, nos impiden en primera instancia lanzar campanas al vuelo y otras manifestaciones de profunda alegría propias del consumo de estupefacientes alucinógenos estimuladores del sistema simpático. ¡Ay, cuántos de nosotros se han dejado arrastrar por la turbamulta, ahítos de fiesta, jolgorio y desparrame para después lamentarse de deshonrosos espectáculos ofrecidos a la luz de una dudosa luna en cualquier covacha de mala estofa, rodeado de congéneres sorprendidos y de cinegéticas gacelas, a partir de ese instante convertidas en esquivas ninfas que se convierten en diosas al avanzar la oscuridad de la noche y la ingesta de mezclas alcohólicas que ponen a prueba la integridad de nuestros ya de por sí poco saludables organismos, especialmente maltrechos en estas fechas! De nada sirven lamentaciones o disculpas, iras o desdichas, desazones o indignaciones posteriores, pues no es el dejarse llevar por el desenfreno excusa para bajas muestras del arraigo simiesco de nuestros antecesores.
Feliz discurrir de estas entrañables fechas os hago llegar por la presente, incluida parte proporcional de prosperidad para los días propios del lapso temporal de un año que han de llegar.
Feliz discurrir de estas entrañables fechas os hago llegar por la presente, incluida parte proporcional de prosperidad para los días propios del lapso temporal de un año que han de llegar.
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